Una de las estrategias más brutales articuladas durante la guerra de Bosnia-Herzegovina (1992 - 1995), fue la violación masiva de mujeres. Según el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, entre 22.000 y 40.000 mujeres sufrieron torturas y vejaciones por parte de los soldados en campos de concentración situados principalmente en Foca, Visegrad, Zvornik, Bihac y la sitiada Sarajevo.
Desde los albores mismos de la guerra, la enferma bosnia Ferida Djekic se dedicó en cuerpo y alma a asistir a las mujeres que salían de los campos de concentración. Lo hizo dentro de la organización que hoy preside, Medica, con base en la ciudad bosnia de Zenica.
“Nuestra organización fue creada por la ginecóloga Monika Hauser, que en 1993 dejó su especialización en Alemania al sentir la necesidad de hacer algo por las mujeres víctimas de violencia sexual”, explica Ferida Dejkic. “Lo que hacíamos era acoger a estas mujeres y a sus hijos y brindarles un espacio seguro, en el que tuvieran cubiertas las necesidades básicas: alojamiento, higiene, comida, pues eran rechazadas en sus hogares, no tenían a dónde ir. Un lugar en el que se sintieran a salvo de la violencia que asolaba nuestro país en aquellos tiempos”.
Una vez que se conseguía ese objetivo, tanto Ferida Djekic como sus compañeras en Medica comenzaban a brindar asistencia médica y psicológica a las víctimas. “Estamos hablando de jóvenes que fueron violadas de forma sistemática por decenas de soldados, durante meses. Que fueron golpeadas y torturadas. Tenían traumas brutales, que aún hoy, quince años más tarde, muchas no han podido superar”.
Esa es una de las razones por las que el hogar de Medica sigue hoy abierto: funciona como refugio para aquellas víctimas que sufren recaídas, que necesitan contención y apoyo (la otra es que ha sido reorientado a asistir a mujeres que padecen violencia doméstica a manos de sus maridos).